sábado, 7 de mayo de 2011

Lavapiés

Me dices que te sorprende la cantidad de gente que hay haciendo nada. Una pequeña Habana en el corazón de Madrid. Me gustan estos mundos superpuestos. Y me gusta la sensación de dejar el tiempo pasar, despacito, mientras la risa invade mi cuerpo. Y vibrar mientras giro sobre mi misma con los brazos extendidos, los ojos cerrados y la sonrisa abierta. Y charlar mientras el camarero senegalés rellena nuestro vasito de té una y otra vez. Y me gusta cada pliege de tus ojos cuando se te achinan al sonreir. Y me gusta el modo en el que el sol acaricia mis párpados cerrados. Y me gusta el color de sus calles y el ruido de sus noches. Transmiten tanta vida sus paredes desconchadas. El sudor que barniza rostros oscuros. Uñas sucias en manos encalladas. Me gusta, joder, me gusta. Me gustan sus locales oscuros, gastados y humeantes. Y el olor a comida recién hecha. La poesía en las paredes. Los niños jugando al fútbol en la calle y radios vetustas emitiendo canciones incluso anteriores a nuestra historia. Me gusta, me gusta mucho. Las cuestas empinadas, las casas okupadas, el romanticismo de lo sórdido. Me gusta conversar sin prisa, besar despacio, mirar a los ojos a la gente. Me gusta gastar las suelas de mis zapatillas pisando sus calles. Calles que hablan de insumisión, de lucha, de vida. De nada. Porque estar en la calle sin hacer nada es una de las mejores cosas que se pueden hacer.