viernes, 28 de septiembre de 2012


I (Él)
Me lijo las uñas y barro las cicatrices de mi rostro ante un espejo sin pulir.
Se fragmenta en mil pedazos de cristal la ilusión de obtener el reflejo anhelado.
Cuando- ante esta inquietud carnívora- me cerciono de que no hay certeza de cambio.
Y dejo caer con pulso tembloroso mi imagen al pavimento.
Que sigue ahí tu sangre brotando de mis venas y arrastrando mis lagrimas.
Sin pulir, sin reflejar verdad, sin ser siquiera pálido rumor.
No quiero más espejos
Si acaso ventanas.
Para empezar a volar cualquier noche sin estrellas.

II (Ella)

Una manzana se oxida en un plato sin lavar
-desde hace tantos días-
y los cigarros se acumulan en la taza de café
en la que antes se caldeaban las tardes de besos y libros.
Ya no hay nada, sólo habitaciones sin airear
y motas de polvo sobre la mesa.
Las sábadas están asperas y mi saliva caduca
Las flores se marchitan y con la tierra de la maceta
cubro mi rostro para olvidarme y asi olvidarte.
Pues fuiste escultor de cada poro de mi piel
Y ahora la lluvia lame tu ausencia
y me voy deshaciendo con sus lagrimas.
(Mañana seré sólo un charco y vendrá cualquiera con una fregona
a convertirme en injusticia)