lunes, 19 de noviembre de 2012

Llueve desde la noche eterna.

Si me arañara el sol
grisáceo aunque fuera un poco.
Caricia difusa de navaja.
No digo si me derritiese o
hiciese sudar.
Solo demando un leve contacto.
Si me arañara el sol me empezaría
a peinar otra vez y me quitaría estos 
calcetines de lana que son ya esqueleto
también.
Masa ósea que pasea por casa y sube y 
baja escaleras y abre y cierra neveras y nunca 
encuentra nada que calme su sed o sacie su hambre.
Si me arañara el sol, tras los cristales,
me lo comeria a bocados,
o quizás lo tragaría sin masticar
(tanta es mi hambre.)
Que el agua de lluvia es salada
y sigo teniendo sed
y nunca deja de llover.