lunes, 27 de diciembre de 2010

Bilbo. 1977

Comíamos una sola vez al día. En torno a las 5 de la tarde, cuando despertábamos. Nos acostábamos siempre borrachos de vino barato cuando la noche, moribunda, daba paso a un sol perezoso que desvanecía el embrujo de la madrugada. Cualquier cosa era posible si de verdad la deseábamos. Vivíamos rápido, sin pensar. Quizás quemamos etapas demasiado deprisa. La verdad, no nos importaba. La vida parecía una fiesta salvaje que nunca iba a acabar. Y nosotros bailábamos como peonzas locas hasta caer extasiados en cualquier colchón de ese viejo piso en la calle Esperanza. Por las noches nos enganchábamos a cualquiera que nos ofreciera un poco de alcohol y conversación interesante. Yonkis, pintores extranjeros, fanáticos de la Kale Borroka o gays cuarentones eran nuestros compañeros de aventuras. No llevabamos equipaje, no teníamos billete de vuelta ni más expectativas que vivir intensamente cada instante. Hablábamos todo el tiempo, nos reímos absurdamente, nos aprovechábamos de la gente. Cuando no estábamos en la calle, leíamos a Bukowski o a poetas de la generación Beat. Las conversaciones fluían anárquicas y nuestras ideas, tenues y sesgadas, se enredaban como telas de araña en cada rincón del viejo salón. Entre calada y calada halábamos del conflicto vasco, de nuestras relaciones personales o de los sueños locos con la misma pasión. En aquel tiempo, Euskadi se perfilaba como el destino ideal para nosotros. Combatíamos el hastío vital con dosis de adrenalina que nos hacian volar. Violencia. Pasión. Pólvora. Cócteles molotov por las tardes, katxis de kalimotxo por las noches. Nos creiamos especiales, los últimos idealistas soñadores. Del mismo modo, ingenuos y vanidosos, creíamos que aquel verano sería eterno.


"Es necesario llevar en sí mismo un caos para poner en el mundo una estrella danzante."
(Nietzsche)

domingo, 11 de julio de 2010

La vida pasa y pesa

Llevaba un mochila de cuero, que le robaba el color al cabello cortado a lo chico. Los labios de corazón contrastaban con el pálido tono de su piel. Y vestía algo descuidada.

"Me llamo María", me dijo cuando iba a mojar sus labios en un café solo. [...] "No suelo tomar café. Me pone nerviosa. Me recuerda a tardes de cielo nublado, y no aguanto los días sin sol .."






SOL
SAL



Todo cambia.

No es extraño.


¿No es extraño?

La vida pasa, y pesa

sábado, 15 de mayo de 2010

Papá

¿Te acuerdas cuando me leías antes de irme a dormir? Siempre escogía un libro al azar de aquella enorme estantería. Hasta que descubrí aquel viejo libro amarillento que se convirtió en nuestro compañero de noches. Día tras día, tú lo abrías y empezabas a leer despacio palabras apretaditas que muchas veces no entendía. Pero me encantaban, porque tu estabas ahí, conmigo, hablándome de mundos lejanos llenos de color y vida. Mundos diferentes. Y, sólo algunas veces, esos días en los que estabas diferente y un poco triste, empezabas a cantar suave y despacito, soñando un mundo mejor..

"Érase una vez
un lobito bueno
al que maltrataban
todos los corderos.
Y había también
un príncipe malo,
una bruja hermosa
y un pirata honrado.
Todas estas cosas
había una vez.
Cuando yo soñaba
un mundo al revés."


Y entonces, yo me lo creía. Y sabía que tenía que ser verdad, porque tú me lo decías. Eso bastaba. ¿Y ahora? Ahora ya no sé. Ayúdame a seguir creyendo en la magia papá.
- Tienes talento, pero tus ideas son como bengalas. Tan brillantes como efímeras, se apagan tan rápido que te dejan con ganas de más, con rabia, con ganas de morder, de llegar más lejos, más dentro.



En el suelo tirados, caóticos, abiertos libros con hojas dobladas y párrafos subrayados. Todo estaba en perfecto desorden. Sentado en un raído cojín que había traído Aritz de su ultimo viaje a Argelia, repasaba las cuentas mordisqueando un lapicero. Como de costumbre, salían negativas. Haciendo equilibrismos por sobrevivir. Las horas se deslizaban lentas ahí fuera. Olía a decadencia y sueños podridos. Como decía la protagonista de la película que estaba aun metida en el reproductor desde hacia meses son malos tiempos para los soñadores. Tiempos de alienación y crisis. Y desesperanza. Que más daba. Llovía y llevaban tiempo sin calefacción. Una calada apresurada de calor artificial, acabarían por los suelos, otra noche más.

sábado, 6 de marzo de 2010

Vivir viviendo. Superar esa vida errática y resignada del desierto de la mediocridad. Un bálsamo del ayer. Chocolate caliente con nata y pétalos de rosas. "Cuenta la leyenda persa.. " me lees en nuestro jardín secreto. Miro por el ventanal y me sorprende descubrir que fuera sigue lloviendo. La luz es tenue y difumina los contornos de la estancia, pero tu sonrisa permanece nítida en mi memoria. Mientras remuevo con la cucharilla los posos del té negro, recuerdo aquel poema que Nietzsche escribió cuando su vida era tan caótica, oscura e incomprensible como la nuestra. Sólo locos, sólo poetas, en busca de algo que no alcanzamos a comprender. El bajo del pantalón empapado, como tu pelo, escarcha en el corazón que sólo tu sonrisa puede derretir. Tu sonrisa y ese chocolate. Mientras te relato entusiasmada la clase de esta mañana, sonríes enigmáticamente. Ahora ya comprendo tu debilidad por el viejo poeta loco. Vivir viendo. Comernos el mundo a bocados, romper, romper con todo. Tragedia clásica. Héroe luchando contra un destino que no puede cambiar. Sólo loco. Sólo poeta. Qué poético, morir por un ideal, y qué utópico en esta época de desasosiego e incertidumbre. Nosotros vamos muriendo poco a poco, buscando algo que aún no alcanzo a comprender bien. Dolor y dudas. Tan veraz que duele. Rabia atronadora, excitantemente violenta. Resuenan los acordes de esa canción de Ozzy Osbourne y nos volvemos locos del todo por Huertas, mientras pisamos charcos y bailamos bajo la lluvia. La gente en la calle nos mira con desdén que sólo es envidia mal disimulada. Ahora sí, ya no hay nada que nos pueda parar. Tocando esa guitarra eléctrica imaginaria que agite las conciencias del mundo entero y haga vibrar los corazones de cada rincón con algo de vida con tal atrocidad y potencia que cada célula se estremezca y baile al compás de nuestra melodía. Comprendiendo que es imposible prolongar una nota eternamente, por muy sublime que sea. Extrayendo la esencia. Lo efímero es eterno si queremos. Este momento para siempre. Recordado más que revivido. Idealizado entre bruma como la que nos confunde en esta noche inhóspita de Febrero. Perdidos en tierra de nadie, sin más pretensión que descarrilar, como dice la canción. Locos, locos y absurdamente felices, como niños, sin ataduras, sin más reglas que las que juguemos a inventar mientras nos reímos salvajemente. No importa nada de fuera. Encontrarnos y descubrirnos con cada sentido, sin prisa. Da igual el mundo, león. Atrévete a vivir corazón.


Otro acorde más, visceral, rasgado y contundente. La estela de los versos finales flota entre pensamientos confusos.. Pretendiente de qué verdad. No existe más realidad que el aqui y el ahora. Tú, yo, esta noche. Un mundo entero de posibilidades. Sólos locos, sólos poetas.

viernes, 29 de enero de 2010

Como un poema sin rima

Pero trazar adióses, colgados con pinzas en los balcones del desasosiego, no puede más que dejarnos cortados, como cortan las horas los ladrones del tiempo. Y dijiste ayer, y mañana, no nunca. Y sin embargo intuyo, cuando no te rehuyo, que tus ojos oscuros olvidaron los sueños. Mientras tu te consumes, las mañanas malditas, yo ya no digo nada, y resbalan lágrimitas. Nos sorbemos la vida, nos llovemos los miedos. Ya no te conozco, me sobran los " te quieros". Me faltan caricias, astucia, malicia, y no te miento si digo que no siento más que nuestro final, que se va a precipitar, como mezcla mal hecha, que bulle sin cesar, que se vuelve a agitar, como mis pensamientos. Pero déjame en paz, que te quiero olvidar, y sin embargo, no puedo.

Mayo parisino

El ruido de sus tacones rebotaba contra el suelo. Siempre le había gustado ese sonido. Subida a sus Manolos, ponía algo de distancia entre el mundo y ella. Vertiginosa distancia para algunos, y sin embargo, tan necesaria para Mia. No había nacido para los zapatos planos. No había nacido para una vida plana. Sumida en esas cavilaciones, y tan solo vestida con la camisa de Theo y con esos maravillosos zapatos, se veía más hermosa que nunca. El espejo de la habitación de éste, la reflejaba, pura, y sin embargo pícara. Más allá, al fondo la imagen algo difusa de él, tumbado frente al ventanal, entre las sabanas de algodón. Una sonrisa se deslizó por sus labios al recordar la noche anterior. La luz inundaba ya todo el cuarto, envolviéndolo en una atmósfera de irrealidad. Las horas habían pasado, sin que ellos, sumidos en su propia historia, se percataran. Con cuidado para no despertarle, se asomó al ventanal. Un tímido sol primaveral le acarició suavemente. Abajo, París se desplegaba con su habitual fastuosidad. En otro momento se habría sentido incluso aturdida, pero estaba tan exultante que pensó que en cualquier momento se iba a despertar. "La ciudad del amor", siempre se había burlado de los tópicos, caprichoso el destino. Apoyada en la balaustrada, cerró los ojos, saboreando el momento. Quería parar el tiempo.