domingo, 29 de enero de 2012

Días extraños (Tempus fugit)

Se escapan las horas y yo lloro recordando esos versos de Laboa que Julia me enseñó "mi madre se murió sin llegar a saber para qué sirve la vida". Quizás ese sea mi mayor temor. Que la vida pasa, y pesa como decía esa película, o como dice la anciana a la que cuido y a la que el tiempo execrable y sucio y esquivo le perfora los recuerdos y las ganas de vivir. El alzheimer se disipa en sí mismo y parece inocuo, pero duele si te sabes diluido en nubes blancas de pensamientos sin hilvanar.

Tenían veinte años y gritaban "nunca seremos tan jóvenes como esta noche" y se estrellaban contra el universo con los ojos cerrados, la sonrisa abierta, los sentidos drogados (de ganas y anfetas). Se metían mano en cualquier portal de Malasaña y se alimentaban de fluidos. Ahora solo comen conservas de lata, que se enfrían en un plato de porcelana blanca en una cocina gris de un presente negro. Con tintes rojos.  No es revolucionario, pues hace tiempo claudicaron ante la hegemonía del sincolor, del sinsabor. Del sinvivir.

"No vales para nada." Joder, hay pocas frases más duras que eso. Ella se repliega en su vulnerabilidad y se deja llorar contra la almohada. "Cojo mis cosas y me voy. No tengo nada que perder". Él finge que lee el periódico, pero por primera vez siente miedo. De ella, de si mismo, del amor punzante. Se sabe monstruo y quiere llorar, pero va al baño, mea y tose un poco para que sepa que está ahí. "No tienes nada que ganar." Un bebé llora en una cuna, y una recién casada que jamás se vistió de novia llora en una cama. El teléfono suena y nadie se levanta a descolgarlo.

Tenían veinte años y nadie les oía gritar. Le parece recordar algo del verano del 38. Le pregunto y duda. Me enseña una foto arrugada y ligeramente desenfocada. El dedo avanza tembloroso y se detiene en un rostro. "Era ella, era ella, era ella". Se empañan los ojos y una lágrima cae. "Ni siquiera recuerdo cómo se llamaba, pero la quería, la quería mucho. Y no sabes, bonita, lo que es olvidar el nombre de alguien a quien has amado." Y al que te han robado, al que te han matado.


Abuelo, en casa, enciende una vela y apaga la luz. Hoy el tormento volverá a instalarse entre la funda nórdica y el teléfono, que no suena, que no va a sonar.



1 comentario: