jueves, 25 de octubre de 2012

Fue entonces.

Cuando todo estaba sucio y el cielo era turba -hermosa palabra- gris, con remolinos de tormenta.
Cuando llovía intenso y abríamos la boca para bebernos las dudas.
Cuando el sudor se confundía con la saliva y las manos se gastaban de apretar fuerte.
Cuando la sangre resbalaba desde la boca y ardía todo tras el último porrazo.
Cuando gritábamos (y creíamos en lo que gritábamos) y corríamos
y rebotaban contra las calles nuestras pisadas
hu
    i 
     di  
        zas.
Cuando ellos eran los monstruos y nosotros los héroes.
Y todo parecía tan claro, y todo parecía tan real.
Cuando los tanques entraban en la ciudad
y nosotros hacíamos el amor en el parque
Cuando leíamos a Bretón entre caladas y acordes.
Cuando mordíamos la rabia
y acariciábamos la locura.
Cuando nos creíamos eternos.
Entonces, lo fuimos.




Tres instantáneas del libro "I ragazzi del 77". Bologna.

"Y toda la ciudad ardía.."

Dobbiamo rompere i confini, le gabbie delle nostre teste.

Vuelo por las calles: el viento en la cara, alcohol en la sangre y una bicicleta que chirría al frenar ante el ámbar tembloroso. Única luz de la noche, en esta parte de la ciudad solo titilan las luces de los semáforos. Tengo frío y me muerde la nostalgia donde la bufanda ya no es suficiente abrigo y la madrugada derrite el calor artificial de la última birra. Amarga ilusión espumosa que revuelve el estómago. Tengo nostalgia y leo en una pared, escrito a tiza, "fuera del útero todos somos extranjeros". Y entonces me caliento, líquido amniótico, retorno primigenio. Tanto tiempo renegando de sentimientos patrióticos, tratando de dinamitar el orgullo por la propia lengua y ahora, mira, emocionada al leer algo en castellano, tan lejos de casa. Es poético y sonoro. Lo leo y se deslizan  las "eses" y sonrío, nostálgica  Todos somos, todos somos. Extranjeros dónde. Fuera de qué. La patria es un invento, una estafa. Pero la lengua no, la lengua vive y, viviendo, da vida. Sólo son palabras. Otra vez las "eses", esbozando ilusiones. Letras cuidadosamente escogidas, grafismos arbitrarios que se tornan poesía. Poesía que salva noches. Vuelvo, vuelvo. Mi casa está aquí, ahora. En esta calle oscura. En esta madrugada absurda de miércoles de octubre. Mi casa son las palabras y yo ya no tengo frío. Luz verde. Pedales, bufanda. Sonrisa. E basta.