viernes, 29 de enero de 2010

Mayo parisino

El ruido de sus tacones rebotaba contra el suelo. Siempre le había gustado ese sonido. Subida a sus Manolos, ponía algo de distancia entre el mundo y ella. Vertiginosa distancia para algunos, y sin embargo, tan necesaria para Mia. No había nacido para los zapatos planos. No había nacido para una vida plana. Sumida en esas cavilaciones, y tan solo vestida con la camisa de Theo y con esos maravillosos zapatos, se veía más hermosa que nunca. El espejo de la habitación de éste, la reflejaba, pura, y sin embargo pícara. Más allá, al fondo la imagen algo difusa de él, tumbado frente al ventanal, entre las sabanas de algodón. Una sonrisa se deslizó por sus labios al recordar la noche anterior. La luz inundaba ya todo el cuarto, envolviéndolo en una atmósfera de irrealidad. Las horas habían pasado, sin que ellos, sumidos en su propia historia, se percataran. Con cuidado para no despertarle, se asomó al ventanal. Un tímido sol primaveral le acarició suavemente. Abajo, París se desplegaba con su habitual fastuosidad. En otro momento se habría sentido incluso aturdida, pero estaba tan exultante que pensó que en cualquier momento se iba a despertar. "La ciudad del amor", siempre se había burlado de los tópicos, caprichoso el destino. Apoyada en la balaustrada, cerró los ojos, saboreando el momento. Quería parar el tiempo.

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