miércoles, 30 de diciembre de 2009

29 de diciembre

Ahí estaban, en el portal, esperando a nada, fumándose recuerdos, tratando de ordenar sus confusos pensamientos. Ella se sentía ajena, ajena a todo. O al menos trataba de sentirse así, porque tenía pánico. Pánico a traspasar la línea, miedo a que todo estallase. Demasiadas cosas encerradas bajo llave. Muros de hormigón en el corazón. Bloques de cemento que impedían volar. Llovía, como en las películas. Madrid en invierno es muy cinematográfica. Las luces de los coches se reflejaban en el techo de la parte nueva del Reina Sofía. Olía a humedad y a castañas asadas. De repente sintió la necesidad irrefrenable de correr. Les pidió por favor que no la siguieran. Solo necesitaba estar sola, avanzar mas rápido que sus miedos. Perder hasta el ultimo aliento, y sentirse libre de verdad. ¿Se puede ser libre de verdad? No lo sabía, pero si que se podía sentir la libertad. La sintió mientras corría pisando charcos, y derramando lágrimas por aquella calle paralela a Atocha. Qué sensación tan extraña. Demasiadas emociones, empujándose unas a otras, envolviéndola en un halo de irrealidad que le protegía del mundo exterior. Gorros, vaho, pitidos de coche, humo, y sonido de gotas cayendo. Por inercia, sus pasos le condujeron a la estación de Atocha. Un calor húmedo le golpeó la cara. Aquella jungla urbana siempre se le había antojado como una fortaleza de vida en mitad del caos urbano de la capital. Recuerda cómo cuando era una niña se pasaba horas ensimismada mirando a las tortugas en el estanque de la isla, imaginando toda clase de seres fantásticos que poblaban aquel lugar especial. Hoy sin embargo, la llamaba más la atención el vaivén de la gente, hombres de negocios se mezclaban con estudiantes que volvían a casa a pasar la navidad, niños correteaban y gordos papás noeles incitaban al consumo absurdo. Absorta en sus pensamientos, perdió la noción del tiempo. Majestuoso, cómo evocando tiempos pasados, el gran reloj la devolvió de golpe al presente. Miró entonces el panel de salidas, en letras, tintineantes, varias opciones excitantes. Se llevó las manos a los bolsillos. Acto reflejo y absurdo. Un chicle y dos monedas de un euro. ¿A dónde pretendía ir?¿Se había vuelto loca del todo? No lo sabía, pero se sentía libre, y quería llegar al limite, transpasar la barrera..

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